OFREZCO UNA ONZA ESPAÑOLA DE ORO
Ilustra: Judit PV
(judit.pv@gmail.com)
Todos
los países del mundo tienen una obra principal en su Literatura. En el caso de
España es “El Quijote”. Para Estados Unidos es “Moby Dick”.
“Moby Dick o
La Ballena” fue publicada en 1851 por H. Melville (Nueva York, 1819-1891). El
autor, convencido internacionalista y defensor a ultranza de las culturas
consideradas “exóticas” en la época, tuvo una vida azarosa. Embarcado desde muy
joven, conoció mucho el Pacífico, vivió entre caníbales, sufrió prisión, fue
profesor. Toda esta experiencia vital tan amplia la vemos reflejada en su obra.
Se observan en
este libro dos partes con sus propias estructuras: un manual técnico de
despiece de ballenas y la historia de un hombre enfrentado a algo muy poderoso
(la película Forrest Gump toma esta
idea en la escena en que el teniente, mutilado en Vietnam, se sube al mástil
del yate de Forrest). Ambas estructuras se intercalan. El manual del día a día
de un ballenero en el s. XIX es un dato histórico impecable. La narración
literaria es aterradora.
El
protagonista, Ismael, aburrido de su vida y ávido de sensaciones, se embarca en
un ballenero. Allí aparecerá un repertorio de personajes de dos tipos:
a)
Los exóticos (los arponeros Queequeg, maorí, Tashtego,
indio, y Daggoo, negro), guiño de Melville a su vida pasada.
b)
El resto (con nombres de personajes de la Biblia).
Pero el
personaje principal, casi más interesante que el mismo protagonista, es el
capitán Ahab. La meta de Ahab en todo el libro, y de hecho el argumento del libro
en sí, es la captura de Moby Dick, la ballena blanca que le arrancó una pierna.
Lo que parece
ser una faena normal de pesca se convierte en una odisea enfermiza en la que se
hacen referencias constantes a supersticiones marinas y bíblicas (Ahab es el
nombre de un demonio en la Biblia), plagándose de elementos de terror gótico… una
tripulación que está sola en alta mar a merced del Destino, persiguiendo al Leviatán
blanco de forma obsesiva y autodestructiva en la que se ofrece una moneda de
oro al primero que lo vea. Un Queequeg que entra en trance y descubre que van a
morir, salvándose el protagonista gracias a un ataúd. Aparecen negros cormoranes
y Ahab muere atado al monstruo, llamando hacia la muerte a su tripulación con
su único brazo libre.
En la novela, el
hombre se enfrenta a sus propios demonios. Es una lucha sin cuartel contra su
obsesión, su miedo, su enemigo. Y solo uno puede vencer. Y la lucha es encarnizada.
En esa pelea (Ahab vs. Moby Dick) se palpa el miedo, el ansia, el afán de
superación, el odio, la venganza. Es un estudio psicológico cegador de alguien
que ha consagrado toda su vida a un solo fin, despreciando peligros y
adversidades. Arrastrando tras de sí a varias personas que acaban siendo
contagiadas por tales “fantasmas”.
Para que
comprendan qué quiero decir, existe una edición de “Moby Dick” gracias a
Editorial Planeta por menos de diez euros.